Hablan los cuadros. Por Alba Camino

¿Cómo estará pagado esto? Espero que medianamente bien, todo sea por mi familia aunque después de tantas horas trabajando se agradece estar unas horas sentada. 

Este señor no para de decirme que anime la cara, pero, claro, él no me entiende y ojalá se pusiera en mi lugar.

Me pregunto por qué me habrá escogido a mí entre tantos trabajadores, ¿será eso bueno o malo? no lo sé, pero hoy, mi familia se alimentará en condiciones.

No creo que este cuadro llegue muy lejos, ni siquiera que yo pueda verlo después de ser pintado, aunque, bueno, este hombre se acordará de mí toda la vida.

Alba Camino Rodríguez (1ºBAC)

Hablan los cuadros. Por Rocío Jasmín Khattabi

Llevo aquí  sentada dos horas, se me han dormido hasta las piernas y no me gusta cómo me está pintando el pintor. Estoy aburrida, quiero salir al jardín o ver mi telenovela, encima me he puesto en esta posición que se me van a quedar los dedos marcados. Me he puesto este vestido todo negro que parece que voy a un entierro me podría haber puesto un vestido más colorido. Encima el pintor este me ha dado este pañuelo que no sé qué pinta con el cuadro a lo mejor quiere que me suene los mocos con el o algo, encima de llevar aquí sentada todo el dia llevo haciéndome pis desde que me he sentado y tengo más hambre que el tamagotchi de un sordo a saber que ha hecho la criada para comer espero que lentejas no. 

Hablan los cuadros. Por Rocío García

Llevo aquí de pie esperando a que venga mi marido 3 horas y llega y en vez de darme un beso y saludarme, me da un abanico y me dice toma este abanico es tuyo y se va corriendo al cuarto. Pero ahora que estaba pensando he caído en que este abanico no es mío porque es muy pequeño y mis abanicos son todos grandes. Voy a ir al cuarto porque hay algo que a mí no me cuadra en este momento. Tú, sinvergüenza, dime ahora mismo con qué mujer has pasado la tarde, desgraciado, no me vayas a decir que no has estado con ninguna porque esto no es mío, es lamentable que todavía no sepas cómo son mis abanicos, encima me dejas con toda tu familia a la cual no soporto ,llegas tarde y me pones los cuernos, y encima te dará igual. Me voy a mi casa, ahí te quedas con el abanico y cuando la veas dile que se compre uno más bonito porque no he visto un abanico más feo que este. 

Sobre la reina María Isabel de Portugal, esposa de Fernando VII retratada por Goya

Rocío García López (1ºBAC)

Hablan los cuadros. Por Nerea Vega

Llevo con este vestido puesto como cinco horas ya y el terciopelo está haciendo que me suden hasta las pestañas. Encima el palitroque que me han puesto en el pelo me está haciendo mucho daño, verás tu la calva que me va hacer, aunque, bueno, unas extensiones lo arreglan. No sé este hombre cuánto tiempo necesita para retratarme, yo creo que está haciendo tiempo para que le pague más dinero, qué sinvergüenza, ya no lo llamo más, la próxima vez aviso a mi pintor de confianza, mi Sorolla, ese sí que me pinta bien y sin ponerme vestidos pesados de terciopelo en pleno agosto, aquí en Valencia. Encima me está entrando un maldito hambre que voy a terminar comiéndome a Goya, pobre mi marido, mi rey, mi Fernandito de mi corazón. A ver si termina ya y vamos a Versalles a casa de la Marquesa Ruth de Orange que tiene unos pastelitos más ricos…

Nerea Vega Vázquez (1ºBAC)

María Cristina de Borbón (Goya)

El camaleón que finalmente no sabía de qué color ponerse.

Érase una vez un camaleón que un día de primavera por la mañana decidió ponerse en la rama más alta y observar el precioso paisaje.Pasó una hora y, de repente, el camaleón escuchó una voz familiar. ¡Era Bartolo, la serpiente! Bartolo saludó al camaleón y el camaleón se puso de color marrón. La serpiente no lo veía y se asustó pero, después de un rato, lo encontró.

  • ¡Pero, bueno, Pepe! ¡Qué susto me has dado! No vuelvas a hacer eso, mejor quédate verde, así puedo verte-dijo Bartolo.
  • Je, je , perdón Bartolo, es por mi naturaleza, no lo puedo evitar- contestó Pepe el camaleón. Se despidieron y un rato más tarde apareció el mosquito Perico y Pepe no lo vio.
  • ¡Buhhh! -dijo Perico y el camaleón se asustó y se puso naranja. El mosquito cuando lo vio lo miró raro.
  • Perico, ¡qué susto!-dijo el camaleón.
  • Je, je, pero, Pepe, ¡qué feíto estás naranja!El camaleón se puso triste y se despidió de Perico. Un rato después que el camaleón pensara por qué era así se puso mucho más triste.
  • No quiero ser un camaleón, ya no sé de qué color soy ni de qué color ponerme. Y así el camaleón se quedó sin saber de qué color ponerse. 

Carlota Moreno Martínez (1ºESO A)